viernes, 30 de agosto de 2013

Sangre y nieve

Toyokuni Utagawa (1786-1865)

Con el año dual España- Japón (2013-2014) no sólo han brotado de forma masiva e inquietante los kimonos en Zara, sino que se han sido invertido grandes esfuerzos en que las viejas del Prado se pongan al día y tomen el relevo del fenómeno fan iniciado en el siglo XIX por sus bisabuelas. En este marco de excepción Ricard Bru, experto en estampa japonesa y comisario de la muestra sobre Japonismo que acogerá a tantos huérfanos de Dalí a partir de octubre, ofreció una charla en el foro de Jerónimos en la que los profanos de la gráfica nipona accedimos a los principios básicos de la misma y, en mi caso, evocamos algunos pantallazos memorables de Kill Bill, en particular la descollante escena nívea, cuya descripción considero prescindible.  

La primera vez que vi Kill Bill fue en una sesión matutina del 12 de marzo de 2004, una excursión que nuestro profesor de filosofía había preparado con mucho cariño y que por circunstancias aleatorias se había fijado el día después de los atentados del 11 M. Cualquiera que posea nociones mínimas de psicología y cultura visual entenderá por qué mi relación con la cinta de Tarantino resulta desequilibradamente intensa. Haciendo un esfuerzo por apartar la tragedia de este antojo estético, los trazos de sangre en la nieve aparecerán siempre en mi memoria ligados a otras estampas en blanco y rojo de los neutros andenes de Atocha encendidos puntualmente por señales de RENFE, velas y demás titulares que todos recordamos. 

Quentin Tarantino. Kill Bill (2003)

La dialéctica caliente-frío o la quietud de una escena repentinamente penetrada por un latigazo de sangre constituyen estrategias visuales recurrentes en la cultura japonesa por los siglos de los siglos, algo de lo que Tarantino se jacta activamente en una parte importante de su obra. 


Asuka Katsura. Blood+, 2005. 


Yodhitoshi (1839-1892)


Es más, como bien nos explicó Bru aquélla tarde en el Prado, las interrupciones magenta en láminas formadas a partir de una base tonal neutra -beige, grises o tonos pastel muy sutiles- aparecen en las estampas Ukiyo-e en numerosas ocasiones, y tras la apresurada investigación en Google Imágenes, he observado que el rojo no necesariamente traduce elementos violentos -como la sangre-, sino que resulta habitual encontrar este foco de atención cromático en aves, flores y demás plantillas del repertorio bucólico convencional. 




Hiroshige

A medida que salimos del safari del arte y subimos la calle Atocha, encontramos estos meses varias alternativas para entrar en contacto con las golosinas asiáticas. Sin ir más lejos, la filmoteca proyectó hace unas semanas algunas historias eróticas de los años 60 y 70, también llamadas Pinku Eiga, cuyos dispositivos publicitarios fueron en su día un interesante remake de las estampas vernáculas. 

Noboru Tanaka. Watcher in the attic, 1976 

Me atrevo incluso a hacer una pequeña conjetura sobre toda esta locura por el plasma centrífugo y la bandera de la Armada Imperial -todavía hoy usada por los cuerpos militares japoneses-. La tradición remite a la leyenda del Sol Naciente, pero ésto no excluye el hecho de que muchas de las escenas violentas de manga anime, del Pinku o de las propias estampas, se extiendan agresivamente sobre un fondo blanco, encarnando actividad, energía, ataque. 


Kôji Wakamatsu. Violated angels, 1967 

Bandera de la Armada Imperial Japonesa

De hecho, si enfrentamos este patrón la bandera oficial de Japón es fácil reconocer un significativo cambio de actitud. No encontramos ahora un despliegue agresivo de rayos, sino un astro rojo circunspecto, cerrado en sí mismo, como el pájaro que se asea pacíficamente ajeno al drama que le rodea. 


Bandera de Japón



BihoTakahashi, ca. 1930

martes, 6 de agosto de 2013

BRITISH TRASH_episodio cuatro



Think of England, 1999

Hoy Madrid amanece nublado y británico, y me acuerdo de Martin Parr [http://www.martinparr.com/]. Un old school de la agencia Magnum que lo pasa bastante bien. Ya hemos hablado de la importancia de pasarlo bien en anteriores ocasiones, así que no me detendré en esta cuestión. Martin giró por su Inglaterra natal en el verano de 1998, rodando un hilarante documental para la BBC [http://www.youtube.com/watch?v=lAgUpTxoR3Q] y tomando una serie de fotografías bajo el título Think of England, todo ello empacado y listo para consumo un año después. Seamos honestos: la idea es poco original, pero la materia prima es tan sumamente buena que al final uno se ve a sí mismo dando gracias a Dios porque el tipo haya cogido sus cámaras y nos lo haya servido ya editado en Youtube. 

Barcelona, 2012

Donde quiera que se esté batiendo la crema sajona en ese momento, es bastante probable encontrarse con este fotógrafo. Y descubrimos sin sorpresa que esta regla de tres le lleva a frecuentar a menudo los principales nodos turísticos de España. Algunas de las mejores piezas de guiris torrándose se pueden ver en la muestra Colección VII (Centro de Arte Dos de Mayo) hasta septiembre. 



Benidorm, 1998

Termino con su menos conocida faceta de coleccionista, descubierta por mí hace unos días cuando me topé en la librería del Caixaforum con uno de sus álbumes de postales: una interesante compilación de tarjetas de efervescentes tortolitos comentada por el propio Parr. 

Postal recogida en Bliss, 2003