miércoles, 13 de noviembre de 2013

Saturno y sus amigos

Justine (Kirsten Dunst) arrastrando sus hilos de lana gris

La primera vez que vi Melancolía (Lars von Trier, 2011) salí entumecida del cine. Mi amiga y yo caminamos juntas hasta casa sin articular palabra. Fue una sacudida orgánica que duró varios días, y durante meses sólo pude referirme a la cinta vagamente, repitiendo automáticamente locuciones de El País o Fotogramas. Tiempo después escuché a Slavoj Zizek hablar de Melancolía en términos esencialmente optimistas, e inevitablemente me vino a la mente el bueno de Jean Paul Sartre y su náusea - cuyo primer borrador, por cierto, fue bautizado como Melancolía I, tomando el titulo del famoso grabado de Durero-. En mi opinión, La náusea (1938) es un relato absolutamente eufórico. Sartre no habría podido expresar tamaña vehemencia si no fuese por esta paradoja dialéctica librada en un argumento deliberadamente patético. Quién sabe si también el propio Durero había querido emitir cierta nota positiva en su grabado. Fuese este el caso o no, lo cierto es que tanto Sartre como von Trier, entre otros muchos, hallaron recogida en el icono de 1514 una rica tradición, sublimada en determinados momentos históricos (de forma apoteósica en el siglo XIX) y sólidamente anclada en lo más profundo de la psique occidental. 

Durero. Melancolía, 1514 

Esperando la llegada de Melancolía (I)

Esperando la llegada de Melancolía (II)

Hipersensibilidad, depresión y clarividencia son cualidades que definen universalmente a los individuos melancólicos, en los que Hipócrates había detectado ya en el siglo V a. C. una preocupante secreción de bilis negra. Asimismo, parece ser que estos caracteres recibían la influencia permanente del planeta Saturno, por el que sentían una atracción incontenible. Quizá Lars von Trier encontró demasiado evidente utilizar el nombre propio de Saturno en su recreación filológica de la teoría clásica de los humores, y por ello encontramos en su obra el chiste de Melancolía -porque es un chiste-, pero no dudó en dotar a Justine de todos los atributos necesarios para adecuar su personaje a los cánones melancólicos tácitamente establecidos en nuestro imaginario. 

Justine bajo el influjo del planeta Melancolía (Saturno)

También existen animales melancólicos: hipersensibles, depresivos, clarividentes. El caballo constituye el ejemplo más reconocido culturalmente, seguramente debido a su intensa relación con el hombre. No en vano ha sido utilizado en numerosas ocasiones para simbolizar episodios trágicos. La equinoterapia, disciplina que debería estarle eternamente agradecida a Robert Redford (El hombre que susurraba a los caballos, 1998), constituye la tecnificación y normativización de una extensa tradición de prácticas que se llevaba desarrollando desde tiempos remotos. En la obra de von Trier aparece una suerte de álter ego de la protagonista representado en su caballo Abraham, quien, al igual que ella, sólo encuentra la paz cuando finalmente se halla bajo el inminente influjo de Melancolía. 

    El caballo Artax en la Laguna de la Tristeza (W. Petersen, 1984) 


Abraham, el caballo de Justine

La cultura visual generada por la práctica hípica, desarrollada al aire libre y protagonizada por sujetos solitarios que se prestan a la observación de pequeños detalles como el cuero, las hojas o las gotas de lluvia en la ventana, encaja perfectamente en el marco romántico que, aunque de forma residual, prevalece en nuestra sociedad desde su eclosión decimonónica. Hoy en día estos presupuestos estéticos se manifiestan a través de catalizadores tan potentes como Instagram. En este sentido, la marca Hunter y Lars von Trier se retroalimentaron y publicitaron exitosamente gracias al fondo emocional facilitado por el exquisito guión de Melancolía. 

Publicidad de botas Hunter, 2013


Justine y sus Hunter bajo la nieve

Como Durero, Sartre, Justine y el propio Lars von Trier, Virginia Wolf también fue una persona hipersensible, depresiva y clarividente. La forma que eligió para quitarse la vida, emulando el mito de Ofelia,  no fue sino una poderosa declaración melancólica. Al igual que el resto de componentes del cuadro saturnino, el pensamiento suicida se manifiesta en Melancolía desde múltiples perspectivas y soluciones retóricas. Quizá la más llamativa de todas ellas sea el guiño a todas aquellas Ofelias retratadas en el siglo XIX. 

La muerte de Virginia Wolf  (Nicole Kidman) en Las horas (S. Daldry, 2002)


Justine reinterpretando la muerte de Ofelia