viernes, 27 de mayo de 2016

Why Becky With the Good Hair?


Algo pasa con el pelo, eso está claro. Como cuando Britney protagonizó un momento muy  pero que muy transcendente en el cual retó al imaginario mainstream desde todos los puntos de vista. Un eclipse para la industria. O al menos, para la suya.  


En fin, el poder del pelo es viejo como el sol, y lo único que sorprende es que -por una vez- se aplica equitativamente a hombres y mujeres. En fin, que supongo que a Beyoncé, untada de aceite y riquísima como está siempre, no hay par de tetas ni culo zumbón sobre la faz de la tierra que pueda molestarle. Pero el pelo, el pelo es otra cosa. El pelo bueno (el pelo liso) amenazará siempre a las negras. El pelo caucásico de Becky, esa utopía que puso en tela de juicio el reinado de Bey. 


miércoles, 25 de mayo de 2016

De brujería y corazones


Yo siempre he pensado que llevo algo de bruja en la sangre, algún resquicio del poder sanador de mi abuela Maruja -que era medio meiga y que varios babalawos cubanos aseguraron ver flotar encima de mi cuerpo-, alguna luz que aunque a mí me conduce casi siempre derecha a la destrucción, suele tener efectos taumatúrgicos en terceras personas. Nada exclusivo, ni sagrado, ni mejor, ni tampoco peor...sólo una energía muy muy loca que se me arremolina por dentro y unos sueños demasiado vívidos como para no estar intentando decir algo. Para colmo ahora también tengo a Garcilaso removiendo el mundo cada vez que pego el ojo. Y mira que yo sabía que esto iba a pasar, pero abuelo, ya te vale. 

Y hablando de sueños, soñé esto el otro día. Me pareció tan acertado y premonitorio,  que no puedo dejar de compartirlo: 

Mi hermana, mi padre y yo haciendo la compra en su supermercado cualquiera del madriñeño barrio de Conde de Casal. Bueno, cualquiera no. Creo recordar que era el Día de Cavanilles. De pronto, entre los estantes de comida, los clientes empiezan a sacar armas de fuego y a dispararse entre sí, y por supuesto a nosotros. Se monta una verdadera batalla campal. Nadie se fía de nadie. Todos apuntan al prójimo sin atenerse a razones. Aquél que corre a tu lado y con el que has intercambiado palabras amables, de pronto cambia de idea y te cubre de plomo. 

De pronto, papá nos esconde a María y a mí en una trinchera y nos explica su plan. "Vamos a recortar unos corazones de papel con estas tijeras", dice, "y nos los vamos a poner en la frente para que entiendan que no tenemos intención de hacerles daño". Mi hermana y yo nos miramos incrédulas pero accedemos a llevar a cabo la iniciativa suicida. Después de todo, no nos quedan muchas otras opciones. Salimos los tres a campo abierto, calle Cavanilles arriba, con el corazón en la mano, encima de la cabeza. Cuál es nuestra sorpresa que a nuestro paso la gente comienza a desarmarse, florecen los corazones de papel, se extingue súbitamente el incendio de metralla.  






miércoles, 11 de mayo de 2016

Yo la primera








Esos listillos que se sienten amenazados por la cultura mainstream, como las mariconas atrincheradas en el armario que acaban babeando comentarios misóginos y escandalosamente homófobos para dejar las fronteras bien claritas. No vaya a ser que quepa la duda.  Qué miedito da encontrarse con Sálvame "zappeando"y sentirse identificado hasta en el tuétano. Qué miedito.

Que si el arte ha muerto, que si ya está todo hecho, que si me duelen los juanetes. Muy miserable hay que ser para llegar a semejante conclusión. Cal viva en el alma. Esterilidad nuclear. Pues esos, esos digo. Los que se creen con derecho a decir si algo está bien o mal, embruteciendo al hombre,   arrastrándondolo espiritualmente a la prehistoria, a la moralina ilustrada, a nuestra vieja sangre de vasallos. En definitiva, entrando de cabeza y sin manguitos en el bucle capitalista que tanto condenan con su lenguaje de mierda.

Porque esa es otra, que estoy muy hasta el coño del lenguaje. Por culpa del lenguaje, gente como Pablo Iglesias llega lejos, y se considera inteligente. Cicerón hoy se daría contra la pared el pobre hombre, y no me extraña. Hubo un tiempo en que la retórica expandía el lenguaje, lo potenciaba, lo hacía volar por los aires (en el sentido lúdico y nunca destructivo de la expresión). Hoy parece que lo constriña, lo estandarice y le de las mejores puestos en la cadena alimenticia a aquél que sepa hablar medianamente bien. Y ojo, que el lenguaje es sólo reflejo del pensamiento, y no necesariamente pensamiento en sí mismo. Un dato importante. Mucho ruido y muy poquitas nueces. Just saying.