miércoles, 25 de mayo de 2016

De brujería y corazones


Yo siempre he pensado que llevo algo de bruja en la sangre, algún resquicio del poder sanador de mi abuela Maruja -que era medio meiga y que varios babalawos cubanos aseguraron ver flotar encima de mi cuerpo-, alguna luz que aunque a mí me conduce casi siempre derecha a la destrucción, suele tener efectos taumatúrgicos en terceras personas. Nada exclusivo, ni sagrado, ni mejor, ni tampoco peor...sólo una energía muy muy loca que se me arremolina por dentro y unos sueños demasiado vívidos como para no estar intentando decir algo. Para colmo ahora también tengo a Garcilaso removiendo el mundo cada vez que pego el ojo. Y mira que yo sabía que esto iba a pasar, pero abuelo, ya te vale. 

Y hablando de sueños, soñé esto el otro día. Me pareció tan acertado y premonitorio,  que no puedo dejar de compartirlo: 

Mi hermana, mi padre y yo haciendo la compra en su supermercado cualquiera del madriñeño barrio de Conde de Casal. Bueno, cualquiera no. Creo recordar que era el Día de Cavanilles. De pronto, entre los estantes de comida, los clientes empiezan a sacar armas de fuego y a dispararse entre sí, y por supuesto a nosotros. Se monta una verdadera batalla campal. Nadie se fía de nadie. Todos apuntan al prójimo sin atenerse a razones. Aquél que corre a tu lado y con el que has intercambiado palabras amables, de pronto cambia de idea y te cubre de plomo. 

De pronto, papá nos esconde a María y a mí en una trinchera y nos explica su plan. "Vamos a recortar unos corazones de papel con estas tijeras", dice, "y nos los vamos a poner en la frente para que entiendan que no tenemos intención de hacerles daño". Mi hermana y yo nos miramos incrédulas pero accedemos a llevar a cabo la iniciativa suicida. Después de todo, no nos quedan muchas otras opciones. Salimos los tres a campo abierto, calle Cavanilles arriba, con el corazón en la mano, encima de la cabeza. Cuál es nuestra sorpresa que a nuestro paso la gente comienza a desarmarse, florecen los corazones de papel, se extingue súbitamente el incendio de metralla.  






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