domingo, 7 de diciembre de 2014

El Castillo Interior (1577-2013)


Al final voy a tener que pagarles derechos de autor a los alumnos, porque gran parte de los entremeses cervantinos que expongo aquí se me ocurren mientras doy clase. El otro día les explicaba el significado de la muralla como afirmación categórica del discurso occidental, máximo exponente arquitectónico del concepto de límite que tan arraigado está en nuestra cultura desde los tiempos de Aquiles. Y precisamente en esta tesitura, la autora de #Trentoeshora advierte que no sólo los sistemas defensivos tienen una fuerte presencia en el imaginario colectivo, sino que están muy latentes en el imaginario personal de cada uno, como le ocurre a Santa Teresa en su Castillo Interior -o Las Moradas- de 1577. 


Efectivamente, como bien nos habla T. Zeldin en su Historia íntima de la humanidad, los grandes sucesos están desencadenados por una suma de cambios individuales que a la postre consiguen ponerse de acuerdo bajo una expresión más o menos colectiva o, por así decirlo, "histórica".  Pero bueno, es que esto es una evidencia con la que cualquiera que tenga dos dedos de frente debería estar familiarizado. Entonces, ¿de qué va esta vaina? Pues va de que me puse a investigar otros castillos interiores difíciles de penetrar, o que han de penetrarse con cuidado si no queremos derrumbar toda la estructura personal del individuo que los aloja, y me quedé loca. 




 Ya imaginarán que Sigmund tuvo mucho que decir al respecto, pero es que si saltamos al mayor fenómeno mediático de 2013, a Miley y su mea culpa en bolas (literal y figuradamente), la moraleja es la misma que la de la Santa.  A saber: si derrumbas ferozmente el castillo de tu jevito (o de Jesús), no vas a conseguir llegar al fondo de su alma, a su esencia, a su Conocimiento. Deberías hacerlo siguiendo unos pasos (moradas) a través de tu propia fortaleza interna, cuya superación te irá guiando hacia tu objetivo para que lo alcances con la máxima plenitud y legitimidad. Es decir, no enfrentarse al otro, sino conocerse a sí mismo y derrumbar nuestras propias murallas para que nuestros deseos lleguen en paz y armonía.  Y además este proceso va a ser doloroso, a nivel físico incluso, y va a dejar al resto del mundo que lo siga -en esculturas barrocas o Youtube- un impresionante legado de iconografía pseudo erótica (esta denominación le molestaría especialmente a George Bataille, pero no quiero extenderme) con la que no sabemos si vosotras llegaréis a rendir vuestras murallas, pero más de uno tendrá material suficiente para una o dos tardes de aburrimiento.  



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