martes, 5 de mayo de 2015

Dos palabras: RENÉ LALIQUE


Pese a lo que pueda parecer desde fuera, la mayoría de los mortales queremos ver arte, no tenerlo. Lo que ocurre es que, debido a una serie de cuestiones que engloban todas las fórmulas de la codicia humana -demasiado complicadas, o demasiado simples, para detenernos aquí a detallarlas-, en ocasiones la única forma de ver el arte expuesto, comprender cómo interactúa en un contexto expositivo solvente, apreciar sus calidades sensibles, y en definitiva, asistir en directo a las reacciones que genera entre las bingueras (le robo el término, por acertado, a un buen amigo mío) -"¡Pero qué bonito!, "muy bonito, sí señor", "fantástica exposición...muy muy bonita".....-, es "comprando" ese arte. Y me explico. 

Aquí es cuando entran en juego las consabidas estrategias de marketing de los museos estatales, o aquéllas otras desarrolladas por las fundaciones privadas para evadir impuestos elegantemente. Esto es tan conocido como imposible de combatir, así que tampoco entraré en harina. Lo que quiero decir es que en España, en Madrid -y por favor corríjanme si me equivoco-, está complicado ver alguno de los jarrones del maestro francés René Jules Lalique, si no se tiene la suerte, claro está, de codearse  con gente muy pudiente que lo haya heredado. Pero estos días, gracias a la amnistía fiscal o a lo que sea,  tienen la oportunidad de poder ver en la Fundación Juan March el maravilloso Cluny, entre otros muchos. 



He aquí la Beyoncé de los jarrones.  Pero además hay tantas otras piezas, tantas ...y tantas bingueras... que si de verdad están hartos de que en el Paseo del Prado promocionen como exposiciones temporales fondos que se pueden ver todo el año a mitad de precio, acudan a esta muestra y la disfruten. 

En cuanto a la implícita y presumible discusión sobre las artes menores, mayores o mediopensionistas...quisiera recordar que estamos en 2015. Lo más sensato, en mi opinión, sería trasladar este debate a si una exposición es buena o es mala, lo cual también es aplicable a una tesis, un ensayo, una obra de arte o unos callos con garbanzos. 

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