viernes, 1 de septiembre de 2017

Anatomía (obvia) de un éxito



Admitámoslo. El videoclip de Despacito es una puta mierda. Al menos si usamos el baremo de la originalidad. Sí, las tías están buenas y todo eso, pero nada que no hayamos visto ya. Resulta más acertado pensar que Despacito "se nos mete por los intestinos" no porque contenga cadencias melódicas de Mahler, como he leído ya en algún artículo, sino porque está construido a partir de una secuencia rítmica asincopada (tun-tu-tun), característica del reggaeton -base también del reggae, el dancehall, el ska y diversos géneros latinoamericanos donde ha habido presencia africana-, 
que es casi tan antigua como el fuego, punto pelota. Esto ya lo comentaba hace poco Shakira en alguna entrevista, justificando así el uso de la fórmula en sus temas. Si lo unimos a que este tipo de hits suele sonar en situaciones en las que es frecuente la ingesta de alcohol (among others), obtenemos una fórmula magistral, todavía más antigua si cabe. La música popular y los psicotrópicos nos ayudan a conectar con nuestro ser más intuitivo y nos sacan un poco de los automatismos del día a día, y esto ocurre tanto en los rituales de fertilidad incas como en la verbena de tu pueblo. En definitiva, como diría mi amigo Gonzalo, la fiesta popular está para fomentar el folleteo, de toda la vida de Dios. Y eso siempre gusta, por muy intelectual que sea uno. 





¿Qué ha pasado entonces con Despacito? ¿Por qué Despacito y no cualquiera de los otros 200 temas de pachangueo que se han lanzado este verano? La primera vez que reflexioné sobre esto fue al ver unas chicas de despedida de soltera cuyas camisetas llevaban impreso "DES-PA-CITO". Y es que no es sólo lo que se dice, sino cómo se dice, y en particular el concepto de DESPACITO conecta con la comunidad latinoamericana a niveles muy muy profundos porque condensa en una sola palabra, una sola, todo un estilo de vida, una filosofía entera. En serio, Justin Bieber no queda mal en el remix porque no sepa pronunciar castellano, sino porque no es capaz de sentir lo que esta canción transmite. Después de todo, qué puede esperarse de una cultura que usa el mismo término para decir suave y blando. Un guiri, un anglosajón criado en la ética protestante del trabajo y la producción, no está configurado para entender la esencia de lo que la expresión Des-pa-cito (o suavecito, o poquito a poquito....) conlleva, y en eso los tíos estos, queriéndolo o no, han sido unos putos genios. Y eso le da a esta canción la categoría de himno, mostrando una vez más la potencia que Latinoamérica tiene cuando se  pone de acuerdo. Quizá por eso hubo que meter al gringo en el ajo, no fuera a ser. En fin, que con tamaño pepino entre manos podían haber puesto un mono despiojándose en el vídeo, y hubiese dado exactamente igual. BRAVO, en serio. 

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