QUERIDO LECTOR: Nunca me he sentido orgullosa de este trabajito del máster. Más bien lo hice para salir del paso y, de hecho, es bastante notable la falta de aparato crítico y de un buen cuerpo de ensayo que hilvane decentemente todas mis notas literarias. Sin embargo, al encontrar elementos de mi escrito en areneros ajenos al mío propio, me veo en la obligación de hacerlo público (tal cual fue entregado en su día, hace ya tres años) para que no sólo una persona, sino todas las que quieran, aprovechen mis lecturas y se sirvan de ellas para futuras investigaciones.
PD: He tenido que prescindir de las imágenes que ilustraban el trabajo, y me temo también que el orden de las notas a pie se ha podido desorganizar con el paso de Word al presente formato. Disculpen también estos contratiempos.
PD: He tenido que prescindir de las imágenes que ilustraban el trabajo, y me temo también que el orden de las notas a pie se ha podido desorganizar con el paso de Word al presente formato. Disculpen también estos contratiempos.
LA
NUEVA
BABILONIA
Teatro,
Villa y Corte en el Madrid del Siglo de Oro
ANA AMIGO REQUEJO
LA
CORTE. ARTE, ARTISTAS Y MECENAS
Prof. Dra. BEATRIZ BLASCO
ESQUIVIAS
Junio 2012
Hermosa
Babilonia en que he nacido
para
fábula tuya tantos años,
sepultura
de propios y extraños,
centro
apacible, dulce, patrio nido.
Lope
de Vega
ÍNDICE
I.
INTRODUCCIÓN.
MADRID, ESCENARIO DE LA CORTE…………………………………………………………4
II.
EL
TEATRO DEL SIGLO DE ORO COMO FUENTE PARA EL ESTUDIO DE LA VILLA Y CORTE DE
MADRID……………………………………………………….7
III.
ANÁLISIS
CRÍTICO DE LOS TÓPICOS LITERARIOS
3.1.
Medio ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua …………………………………………………………….10
3.2. La
nueva Babilonia ……………………………………….12
3.3.
Hitos en el entramado urbano …………………………..14
3.4. El
espacio doméstico ……………………………………18
3.5. Vida cotidiana …………………………………………….19
IV.
APÉNDICE
DE TEXTOS
4.1.
Medio ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua …………………………………………………………….23
4.2. La
nueva Babilonia ……………………………………….24
4.3.
Hitos en el entramado urbano …………………………...26
4.4. El
espacio doméstico ……………………………………30
4.5.
Vida cotidiana ……………………………………………31
V.
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………….33
I.
INTRODUCCIÓN.
MADRID, ESCENARIO DE LA CORTE
Tras el establecimiento permanente de la Corte en
la Villa de Madrid[1],
la ciudad adquiere un alto grado de significación en numerosos aspectos. Uno de
ellos, quizá no el más importante, pero sí tremendamente enriquecedor para el
estudio de la nueva configuración urbanística y humana de la Villa, lo
constituye el teatro. Pero no sólo el hecho de cómo la ciudad de Madrid aparece
representada en el teatro del Siglo de Oro, un género autorreferencial
elaborado por, para y con motivos madrileños contemporáneos, sino también esa
teatralidad de la que se reviste el núcleo urbano al reconfigurarse, por deseo
y mandato de Felipe II, como nuevo y definitivo escenario de la Corte de los
Austrias. Es decir, Madrid como objeto de inspiración y representación en los argumentos
de obras dramáticas del siglo XVII, pero también como sujeto teatral en sí mismo.
Catalina Buezo señaló en su libro El carnaval y otras procesiones burlescas
del viejo Madrid que “…si en el siglo XVII la actividad teatral aparece
como un pasatiempo habitual dotado de un espacio fijo propio-los corrales de
comedias-, simultáneamente el teatro desborda los tablados escénicos y el
hombre barroco participa en las diversiones públicas de una manera
“teatralizada”. De ahí que lo encontremos tan ricamente ataviado y bienandante
en aristocráticas mascaradas como en sus diarios paseos, consciente de que la
vida es representación y el mundo un teatro en el que él encarna un papel
determinado, según su posición social”[2].
Este aspecto del cortesano como personaje que ha de impostar mediante sus actos
y apariencia una serie de valores es un hecho del que ya se había hecho eco
Emilio Orozco Díaz[3].
Asimismo, para Bouza este juego de representación no puede entenderse sin
asociarse a un intento de preservación de jerarquías intrínsecas a la sociedad
estamental[4].
Todo ello en
referencia al componente humano de esta representación colectiva que era el
Madrid de tiempos áureos, pero todavía nos quedaría por desentrañar el elemento
“estático”- si bien no es éste el término más ajustado a las circunstancias-,
esto es, la configuración de una morfología urbana asimilable a los montajes
escenográficos.
Con respecto a este asunto, Alicia
Cámara opina de la siguiente manera: “El urbanismo en esta época tuvo unos
componentes de teatralidad que han sido subrayados por todos aquellos que han
estudiado las fiestas que tenían por escenario las ciudades. La palabra teatro se utilizó en muchas ocasiones
referida a las ciudades. […] A veces la celebración de unas fiestas llevó
aparejada una modernización no efímera, sino definitiva, de alguna zona de la
ciudad, y, así, por ejemplo, para recibir a los reyes en 1599, la Villa de
Madrid derribó casas para ensanchar las calles, y en 1606, para celebrar la
vuelta de la Corte, aparte de empedrarse algunas calles, se derribaron casas
junto al Palacio para facilitar el paso de los coches”[5]
Tampoco
debemos eludir hechos como el que recoge Simón Díaz en una de sus compilaciones
matritenses: con motivo del bautizo del príncipe don Fernando se configuró, emulando
la más ingeniosa tramoya, un pasadizo elevado y debidamente ornamentado que
comunicaba la habitación de las infantas en el Alcázar con el templo de San
Gil, donde debía celebrarse el sacramento[6]. En este sentido también resultan interesantes
los estudios realizados por Luis Moya Blanco, quien compara la escena fija del
teatro olímpico de Vincenza y su famosa perspectiva de tres calles
decoradas, con la Plaza Mayor de Madrid y la composición de los arcos de salida de las
calles, así como otras coincidencias aleatorias producidas entre el teatro tipo
palladiano y los espacios generados en plazas como la de Santo Domingo con las
calles de la tela de araña que confluyen en ella[7].
Así pues,
confirmado ese “urbanismo de teatro” del que Madrid hizo partícipes a sus
habitantes, discutamos ahora la potencialidad de los propios textos literarios
como herramientas filológico-arqueológicas absolutamente válidas para la
recreación del paisaje y la vida urbanos generados a consecuencia del
avenimiento de la Corte.
I.
EL
TEATRO DEL SIGLO DE ORO COMO FUENTE PARA EL ESTUDIO DE LA VILLA Y CORTE DE
MADRID
“Los eruditos
que investigan el pasado de las ciudades a través de los documentos conservados
en archivos y bibliotecas, a veces se autolimitan al estudio de lo local-este
es el caso de muchos “madrileñistas”-sin ahondar en los que son denominadores
comunes y universales a toda aglomeración humana importante. Sus obras, muy
útiles y meritorias, tienen a veces que ver con lo pintoresco, con la
literatura costumbrista”[8].
Frente a las
observaciones de Antonio Bonet Correa, y en contra de lo que en ocasiones pueda
parecer, la comedia urbana o de capa y espada proporciona datos
concretos de la urbe madrileña sin caer en el tópico costumbrista que en
ocasiones adquieren los burocráticas bandos de la Sala de Alcaldes de la Casa y
Corte, de la Junta de Policía y Ornato-establecida en 1591-, del Concejo
Municipal, o incluso aquéllas de matriz menos canónica como las Antigüedades de Rodrigo Caro o las Crónicas de Gil González Dávila y otros
viajeros extranjeros. Es decir, sigue existiendo una forma dirigida de
presentar la ciudad y, por tanto, de ensalzar determinados valores, pero la
libertad y el ingenio dramáticos permiten a veces recabar en aspectos a los que
tácitamente estaba prohibido aludir en los documentos expedidos de manera
oficial, de ahí la imperante necesidad de contrastar ambas fuentes de
información para llegar al retrato más fidedigno posible del Madrid objeto de
nuestro estudio.
En esta línea de investigación ha
trabajado recientemente el filólogo Manuel Cornejo, quien
rechaza el arquetipo costumbrista asociado a las comedias urbanas de Lope de
Vega: “En El sembrar en buena tierra,
la pintura del espacio dramático madrileño dista mucho de tener un papel
meramente ornamental. Partiendo de una selección arquetípica de topónimos, Lope
de Vega crea un sinfín de variaciones metafóricas que elaboran imágenes
antitéticas de un Madrid en interacción permanente con las dramatis personae. La remodelación del espacio urbano se inserta de
manera plenamente coherente en una acción destinada a enfatizar mediante todos
los recursos poéticos la tensión existente entre amor e interés, entre generosidad
y codicia. Conforme progresa la acción se van difuminando las imágenes más
amenazadoras de Madrid como ciudad venal, gracias a una risa de inversión, que
se va afirmando un Madrid festivo propicio al amor verdadero”[9].
Este
mismo autor se percató de que incluso podían quedar registrados episodios de
carácter urbano que a veces pasaban desapercibidos. Un ejemplo es el retrato
arquetípico que da Félix en El sembrar en
nueva tierra, quien remite a la lenta remodelación del Alcázar entre 1608 y
1630 y el provisional descubrimiento de la fachada principal en 1623 con motivo
de la visita a Madrid del príncipe de Gales:
Otra
iremos a Palacio,
que ya
tiene descubierta
la
cortina de la cara,
aunque
la tiene imperfecta;
otra a
la Casa del Campo,
bosques,
jardines y huertas,
no
olvidando a Manzanares
las
jabonadas riberas,
que por
la falta del río
descubren
islas de arena[10].
La tensión entre realidad
histórica y realidad representada se pone de especial manifiesto cuando se
trata de abordar las fiestas populares, escasamente protagonistas de los textos
oficiales y relegadas a la literatura de cordel, donde la información se
registra de una forma precaria y, en ocasiones, sensacionalista. Al ciclo litúrgico y
cortesano oficial se superponía otro conjunto de eventos de carácter netamente
popular, casi siempre regidos por el orden estacional del calendario
agrícola. Simón Palmer nos habla de toda
una serie de romerías que transcurrían entre la Plaza Mayor y la basílica de
Atocha, así como vías que llevaban a las ermitas de de San Blas, el Santo
Ángel, San Isidro, El Sotillo y el Trapillo y que concluían con el desarrollo
de bailes, meriendas y juegos y, en definitiva, esparcimiento colectivo[11].
II.
ANÁLISIS
CRÍTICO DE LOS TÓPICOS LITERARIOS
2.1.
Medio
ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua.
2.1.1.
Clima,
luz y vientos.
La
relación de pequeñas observaciones que se presenta a continuación tiene un
carácter deliberadamente conciso, con el que se pretende transmitir la
importancia de sumergirse en este corpus literario para comprobar que en el
transcurso de estos pasajes es posible encontrar argumentos tan legítimos como
aquéllos registrados en el fondo de un archivo.
“En el siglo
XVII, con un criterio más realista, Velázquez captó como nadie lo había hecho
hasta entonces, en el fondo de sus cuadros, la sutil luz de Madrid y de la
sierra de Guadarrama”[12].
No solamente, como nos relata Antonio Bonet, los pintores captaron y celebraron
con su arte los limpios y livianos cielos de Madrid, sirvan de ejemplo los
testimonios de Tirso y Lope, respectivamente.
Que
aunque es confusión Madrid
tiene
mucha claridad su cielo[13].
Frescos
vientos de Madrid,
que en
las mañanas y tardes
venís de
las altas sierras
a
refrescarle y bañarle,
traed de
sus pardas nubes
algunos
toldos que tapen
estos
tapetes de flores,
que al
alba las hojas abren[14].
En este
sentido, no sólo encontraremos menciones positivas al clima de la Corte; uno de
los aspectos más criticados en la literatura será el desagradable calor de los
meses de verano. Pongamos como ejemplo estos versos de La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón:
El calor
del ardiente y seco estío
me ha afligido de tal suerte,
que no pudiera llevallo,
señor, a no mitigallo
con la esperanza de verte.
2.1.2.
El enano
Manzanares.
Mucho se ha
hablado ya del componente legendario y las consecuentes etimologías madrileñas
derivadas de la abundancia y calidad de sus aguas subterráneas- así como su
efectivo sistema de qanats y
recolección de origen islámico-, factor que se contrapone casi histriónicamente
con la escasez del caudal del río Manzanares. Mofas aparte, hay quien ha
querido interpretar este tipo de críticas, dirigidas también muchas veces a la
magnificencia extrema del Puente de Segovia, como un intento de poner en
evidencia la fatuidad y ostentación de la nueva corte frente a su verdadero
potencial.
Conocidísimos son los versos de
Góngora dedicados A una crecida del río
Manzanares (1627):
Duélete
de esa puente, Manzanares,
mira que
dice por ahí la gente
que no
eres río para media puente
y que
ella es puente para treinta mares.
Hoy
arrogante te ha brotado a pares
húmidas
crestas tu soberbia frente,
y ayer
me dijo humilde tu corriente
que eran
en marzo los Caniculares.
Por el
alma de aquel que ha pretendido
con
cuatro dracmas de agua de lluvia
purgar
la villa, y darte lo purgado,
¿Cómo
ayer te vi en pena, y hoy en gloria?
Medí,
como has menguado y has crecido.
Bebíome
un asno ayer, y
hoy me
ha meado[15].
2.2.
La nueva
Babilonia.
El epíteto
“nueva Babilonia”, “Babilonia de España” y otras variantes del topónimo
veteotestamentario, se aplica con frecuencia a la ciudad de Madrid en los
textos literarios del Siglo de Oro. Se trata de una suerte de noción
psicológica común, un especie de malestar generalizado que reacciona contra el
caos, la aglomeración de extranjeros y la práctica habitual del engaño para
conseguir lo que se quiere en un marco que, recordemos, crece de manera
orgánica sin atenerse las normas de decoro urbanístico- sin sanción legal, por
aquel entonces.
Nuevamente,
parece que Manuel Cornejo tiene las claves de lectura para este fenómeno
literario: “Desde el íncipit de la
comedia, Madrid se presenta implícitamente como un espacio amenazador y temible
para los forasteros- los no madrileños-, quienes se asemejan a intrusos,
perdidos en la inmensidad de la gran ciudad desconocida. […] El paralelismo
entre la caracterización negativa de la dama pedigüeña y la visión arrolladora
de la ciudad es tal que podríamos preguntarnos si es la venalidad de Prudencia
la que influye en el retrato ambiguo de la urbe, o si es al contrario Madrid,
al mismo tiempo ciudad y Corte, la que favorece el surgir de tipos humanos
viles” [16].
Así hablaban Lope y Calderón, respectivamente:
Santiago
el Verde
¡Ah,
Babilonia! ¡Cuán confusamente
cubres
tu error con máquinas de encantos,
donde no
puede prevenir los daños
quien en
el alma los agravios siente!
La
variedad de lenguas y de gente
sobredora
pacífica tus daños.
Dichoso
el que sintió tus desengaños
Hombre
pobre todo es trazas
Después
que por la pendencia
que
refieres, yo salí
de
Granada, y vine a ver
la gran
villa de Madrid:
esta
nueva Babilonia,
donde
verás confundir
en
variedades y lenguas
el
ingenio más sutil,
esta
esfera soberana,
tronco,
dosel y cénit
de un
sol español, que viva
2.3.
Hitos en
el entramado urbano.
2.3.1.
La Plaza
Mayor.
A pesar de los
aspectos menesterosos de la Villa, siempre se significaron algunos espacios en
el interior del entramado urbano de Madrid, dotados de una potente arquitectura
o de un componente social específico que los hacía destacar en la tela de araña
de la ciudad. Uno de estos hitos urbanísticos lo constituyó la Plaza Mayor, que
le merece a Julián Gállego las siguientes palabras: “Dentro de esta
urbanización tan frágil y tan somera, la Plaza Mayor destaca como un auténtico
coliseo, como el salón de fiestas del pueblo y de la nobleza de Madrid”[19].
No obstante, a
pesar de esta monumentalidad, los ciudadanos madrileños siempre preservaron la
idea de que la plaza había sido remodelada de un espacio subsidiario
precedente. Así la presentaba Tirso de Molina en Quien calla otorga:
-
Chinchilla: Una
plaza generosa…
-
Don Rodrigo:
Dime mucho desa plaza.
-
Chinchilla:
Que ésta, sin ser despensero,
2.3.2.
La Puerta
del Sol.
[…] y
mira que ya hemos llegado a la Puerta del Sol, que es uno de los mejores sitios
que tiene Madrid, pues es su plaza de armas, siempre llena de soldados, cuyo
capitán herido y vencedor se ha retirado a la victoria de sus hazañas, teniendo
en centinela a su alférez mayor enarbolando la bandera del Buen Suceso, dejando
por sitio señalado para la inocencia que no tiene culpa la fuerza de la
Inclusa. Este sitio de resplandores , con razón llamado del Sol, es abundante
de muchas cosas y nombrado no sólo en Madrid, pero en las más partes del mundo.[1]
1.1.1.
La Calle
Mayor.
Lugar teatral
por excelencia, abarrotado de comercios y coches, la Calle Mayor se configuró
como una de las arterias principales del Madrid del XVII.
Tirso de Molina: La celosa de sí misma.
Melchor: ¡Brava
calle!
Ventura: Es
la Mayor, donde
se vende
el amor a varas,
medida y
peso.
Melchor: Como
yo nunca salí
de León,
lugar tan corto,
quedo en
este mar absorto.
Ventura: ¿Mar
dices? Llámale así,
que ese
apellido le da
quien se
atreve a navegalle,
y
advierte que es esta calle
la canal
de Bahamá.
Cada
tienda es la Bermuda;
cada
mercader inglés,
pechelingue,
u holandés,
que a
todo bajel desnuda.
Cada
manto es un escollo.
Dios te
libre de que encalle
Lope de Vega: El
sembrar en nueva tierra.
Es mar
la Calle Mayor
y sus
tiendas las sirenas
que
llaman, de engaños
llenas,
al galán que tiene amor.
1.1.2.
Las gradas
de San Felipe.
Con
la instalación de la Corte en Madrid, muchos soldados, procedentes en su
mayoría de Flandes, se asentaron en la ciudad, ociosos, esperando cobrar las
mercedes atrasadas. Una de sus actividades favoritas era rondar las gradas de
San Felipe, junto al templo de San Agustín, donde charlaban animadamente, las
más de las veces, bulos y calumnias.
Lope
de Vega: De cuándo acá nos vino.
-
Leonardo: Él
está limpio y galán.
¿Cómo llaman este puesto?
-
Beltrán:
Las Gradas de San Felipe.
-
Leonardo:
¡Ahora mis dudas disipe,
tantos soldados! ¿Qué es esto?
-
Beltrán: Es
todo Flandes.
-
Leonardo: ¿Aquí?
-
Beltrán: Italia
y Francia.
-
Leonardo: Ya veo
tanta gente, que no creo en mi
suerte.
-
Beltrán: Pues
yo sí.
No te asuste lo que ves,
mentidero de soldados,
perezosos, confiados,
de la verdad el envés;
porque, como ya imagino,
si la bolsa nos flanquea
antes que el Rey nos provea,
tomaremos el camino[3].
1.1.3.
El Prado
Viejo.
Para estudiar
el Paseo del Prado en la literatura es imprescindible consultar la tesis
doctoral de Pilar Lorenzo Velasco[4],
que no sólo nos habla de espisodios anecdóticos de galanteo, comercio o duelos,
sino que explica aspectos fundamentales relacionados con las fuentes como puede
ser la realización de la llamada “marea”, procedimiento por el cual se volcaba
el agua de las numerosas fuentes que jalonaban el paseo para evacuar las
inmundicias o apaciguar la polvareda estival. La falta de pavimento fue la
causa de la menor afluencia de gente durante el periodo invernal.
1.2.
El
espacio doméstico.
“Casas con puertas que salen a dos
calles distintas; puertas internas disimuladas por alacenas o tabiques;
retretes y camarines que se transforman en socorridos escondrijos; rejas como
lugares de cita entre enamorados; ventanas de las que el galán sorprendido por
padres o hermanos de su dama puede arrojarse a la calle…Calderón, en sus
comedias urbanas, explota todas las posibilidades que puede ofrecerle, para la
construcción de la intriga, la configuración de las casas particulares de la
media nobleza que vive en la Villa y corte”[5].
Baltasar Gracián: El Criticón.
Llegaron
a una casa que en la apariencia aun no prometía comodidad, cuanto menos
magnificencia, extrañándolo harto Andrenio. Mas luego que fue entrando,
parecióle haber topado el mismo alcázar de la autora, porque tenía las entradas
buenas a un patio muy desahogado, teatro capaz de maravillosas apariencias, y
aun toda la casa era harto desenfadada[6].
1.3.
Vida
cotidiana.
1.3.1.
El
tráfico de coches
Lope de Vega
Conforme
fuese el comprarle,
que está
la Corte de coches
como el
mar con varias naves.
Hay
coches, urcas flamencas,
coches,
galeras reales
coches,
naves de alto borde,
coches,
pequeños patajes,
coches,
ingleses baúles,
coches,
cofres alemanes,
de
correr por tantas partes.
[…]
Porque tener hambre y coche,
no es
coche, sino cochambre.
Tirso de Molina
La multitud
de los coches,
en
Egipto fuera plaga,
si
autoridad en Madrid.
No se
tiene por honrada
mujer
que no se cochea;
y tan
adelante pasa,
que una
pastelera dicen
habre
comprado una caja,
tirada
de dos rocines,
que
traen la harina que gasta,
en que
sábados y viernes
se pasea
autorizada;
pero en
viniendo el domingo,
hasta el
fin de la semana,
trueca
el coche por el horno,
y el
abano por la pala,
los
mozos que pastelizan
son
cocheros por su tanda;
con que
nuestra pastelera
va,
aunque, gorda, sancochada.
1.3.2.
Ferias,
venta ambulante y otras actividades comerciales.
Según José Simón, en 1447 Juan
II de Castilla concede a la Villa de Madrid el privilegio de celebrar dos
fiestas francas cada año en los días de San Miguel y de San Mateo, aunque la
realidad cotidiana demostrase que se organizaban varios eventos de estas
características al año. En este sentido, es interesante analizar el texto de Las ferias de Madrid (1609), firmado por
Lope de Vega[7].
En este
sentido es interesante revisar la obra de Miguel Herrero sobre el ejercicio de
los oficios populares en el Madrid de Lope de Vega:
Cosas la
Corte sustenta
que no
sé cómo es posible.
¡Quién
ve tantas diferencias
de
personas y de oficios,
vendiendo
cosas diversas.
Bulos,
bolillos, bizcochos,
turrón,
castañas, muñecas,
bocados
de mermelada,
levarios
y conservas,
mil
figurillas de azúcar,
flores,
rosarios, rosetas,
rosquillas
y mazapanes,
aguardiente
y canela;
calendarios,
relaciones,
1.3.3.
El
problema de los mendigos y ociosos.
Opúsculo
de B. Leonardo de Argensola: De cómo se
remediarán los vicios de la corte, y que no acuda a ella tanta gente inútil
(1600).
Cuanto a los que vienen a pretender, si son hombres que
siguen la guerra, es dañosísima su asistencia, por el ocio y la necesidad,
porque lo primero les estraga los ánimos y lo segundo las conciencias, y así no
se deberían admitir en la Corte, porque además que es desacreditar a los
generales y dar ocasión para que no sean tan obedientes como conviene, suelen
traer papeles de abono falsos, o negociados y no dignos de que se dé fe alguna
[…]. En cuanto a los que su deleite los trae a la Corte con algún honesto color
de pleito o pretensión, y viven viciosamente cubiertos en el tumulto, se deben
usar las leyes ordinarias, como lo dispone el derecho, y haciendo justicia
habrá escarmiento[1].
1.1.1.
Espacios
de segregación.
Alonso
Jerónimo de Salas Barbadillo: La hija de Celestina
y la ingeniosa Elena.
Era Perico hijo de de vecino de Madrid
y tenía dos honrados entretenimientos, uno en el Rastro y otro en el Matadero,
en que sucedió a su padre y abuelo, que le dejaron con este oficio tan rico
como mal dotrinado[2].
II.
APÉNDICE
DE TEXTOS
A continuación
se recogen una serie de citas literarias que amplían el análisis realizado en
los anteriores capítulos. Siguiendo la línea metodológica del trabajo, estos
extractos aparecen organizados en base a un criterio temático para facilitar la
asociación a su correspondiente apartado.
4.1.
Medio
ambiente e infraestructuras relacionadas con el agua.
4.1.1.
Gonzalo
de Céspedes y Meneses: Historias
peregrinas y ejemplares. Los dos Mendozas.
También los moros, según acostumbraron
con las grandes y mejores poblaciones de esta provincia, en su asolación y
pérdida la dieron nuevo nombre y el mismo que hoy conserva, aludiendo la
significación de él a una de sus mayores excelencias, a sus frescos y
saludables aires, porque Madrid no otra cosa significa, en su lengua, que lugar
de buenos
aires, y esto es tan cierto que ni en lo
restante de España ni aun de la mitad del orbe se conoce sitio más sano, cielo
más benévolo y claro, terreno más fértil, abundancia más llena, aguas más
puras, rostros más hermosos y genios más lucidos, corazones más valientes,
ánimos generosos y, sobre todo, virtudes y excelencias más en superior grado. Todo
merced de sus influyentes estrellas, de su ciclo benigno y, finalmente, de sus
incorruptibles y delicados vientos[3].
4.1.2.
Tirso de
Molina: Don Gil de las calzas verdes.
Ya que a vista de Madrid,
y en su Puente Segoviana,
olvidamos, doña Juana,
huertas de Valladolid.
Ya que nos traen tus pesares
a que desta insigne puente
veas la humilde corriente
4.2.
La nueva
Babilonia.
4.2.1.
Don Juan
de la Hoz y Mota: El castigo de la
miseria.
Si
el pobre quiere, le sobra.
Madrid,
que patria común
Con
justa razón se nombra,
Todos
sus hijos confunde;
Que en
su inmensa Babilonia,
No de un
barrio, de una calle,
De una
casa las personas
Apenas
distinguir puede
La
vecindad más curiosa[5].
4.2.2.
Agustín
Moreto: La ocasión hace al ladrón.
- Pedro: […] la corte, que es general puerto
del mundo, con bajíos peligrosos.
- Beltrán: Válgate el diablo por hombre.
Madrid
es mar; no te asombre
que no
halles tan presto en él
un
caimán, donde andan tantos.
- Pedro: No he perdonado mesón.
- Beltrán: Casas de posadas son
castillos
de estos encantos.
[…]
-
Pedro: Beltrán, ¿aquesta es la corte
de
Madrid? Con razón della
los que
de España pasaban
me
decían que era emblema
de
ficciones y artificios,
por los
engaños que encierra
4.2.3.
Juan
Ruiz de Alarcón: La verdad sospechosa.
Casi me
mueve a reír
ver cuán
ignorante está
de la
Corte. ¿Luego acá
no hay
quién le enseñe a mentir?
En la
Corte, aunque haya sido un extremo don García,
hay
quien le dé cada día
mil
mentiras de partido.
Y si aquí
miente el que está
en un
puesto levantado,
en cosa
en que al engañado
la
hacienda o honor le va,
¿no es
mayor inconveniente
quien
por espejo está puesto al Reino…? Dejemos esto,
que me
voy a maldiciente[7].
4.2.4.
Antonio
Liñán y Verdugo: Guía y Avisos de forasteros
que vienen a la Corte.
Pésame, señor don Diego, de veros fuera
de la comodidad de vuestra casa y regalo en tiempo tan riguroso y veros
expuesto á la descomodidad y confusión de esta Babilonia de Madrid[8].
4.2.5.
Ramón de
Mesonero Romanos: Panorama matritense.
Cuadros de costumbres de la capital.
El aire de Corte es semejante al tufo de
una pieza cerrada, que solo lo perciben los que vienen de fuera. […] Porque en
la Corte el fantasma del poder nos persigue constantemente, obligándonos a
estudiar y medir nuestras palabras y acciones[9].
4.2.6.
Alonso
de Castillo de Solórzano: La niña de los
embustes.
Con todo mi carruaje y familia entré
en aquel piélago de gentes, abismo de novedades, mar de peligrosas sirtes y,
finalmente, hospicio de todas naciones. Recibióme como madre, y yo, como hija
suya, alegréme de ver sus costosos edificios, sus nuevas fábricas, ocasión para
aumentar cada día más vecindad a costa de las ciudades y villas de toda España;
pues lo que aquí sobra de moradores, viene a hacer falta en ellas,
despoblándose por poblar la Corte, hechizo que hace con todo género de gente[10].
4.3.
Hitos en
el entramado urbano.
4.3.1.
Anónimo:
Entremés de la Plaza Mayor para Navidad.
-
Regidor:
¡Jesús, y qué confusión!
No he visto nunca tal sambra
como aquesta de Madrid.
¡Que haia yo dejado a Arganda
por venir a este bullicio
donde todo es manottadas,
rempujones, puntapiés,
(échanle
zeniza) y…
-
Una:
Agua va.
-
Regidor:
¡Ah, borracha!
Por el siglo de mi madre
4.3.2.
Agustín
Moreto y Cabaña: Baile de las puertas de
Madrid.
La Puerta soy de Alcalá
ermitaña de la legua,
pues junto al Retiro estoy
haciendo mi penitencia.
De Santa Bárbara soy
la Puerta que la festeja
y para dar verdes, tengo
una calle de Hortaleza.
Yo soy la Puerta del Sol,
hermosa, como yo mesma,
y así, que me ferie quiero
una gala que sea buena.
Yo soy la Puerta Cerrada,
con que en pedirme no acierta,
que aunque me sobre el metal,
me hace falta la moneda.
De la Vega soy, señores,
la Puerta, si hay quien lo crea,
aunque se hace cuesta arriba
ver una verdad tan cierta.
Yo soy la Puerta de Moros
y no me estiman las hembras
por viejo, que mi memoria
del Rey Perico se acuerda.
Yo soy de Guadalajara
bien conocida la Puerta,
y ando buscando un valiente
que me rompa cuanto tenga.
La Puerta de Toledo,
en quien está la braveza,
porque tengo el matadero
4.3.4.
Luis
Quiñones de Benavente: El casamiento de
la Calle Mayor con el Prado Viejo.
Casó la calle
Mayor
con el señor Prado
Viejo,
trocando la vecindad
en amable parentesco.
Convidadas a la boda
todas las calles vinieron;
que a la Mayor se le debe
4.3.4.
Juan
Ruiz de Alarcón: Mudarse por mejorarse.
La
Calle Mayor
pienso
que se ha de llamar,
porque
en ella ha de callar
del
más pequeño al mayor.
Porque
hay arpías rampantes,
que
apenas un hombre ha hablado,
cuando
ya lo han condenado
4.3.5.
Luis
Vélez de Guevara: El diablo cojuelo.
[…] comenzaron a pasar coches,
carrozas, y literas y sillas, y caballeros a caballo, y tanta diversidad de
hermosuras y de galas que parecía que se habían soltado abril y mayo y desatado
las estrellas[15]. [Hablando de la Calle Mayor]
4.3.6.
Tirso de
Molina: Quien calla otorga.
Hay en
la Calle Mayor
joyerías
en que se halla
mucha
carne de doncella,
y aunque
ésta vale barata;
se vende
en cintas.
[…]
Doncellas
que andan en cinta
y se
venden, tripulallas.
Calles
que de puro enfermas,
por los
licores que exhalan
sus
perfumeras nocturnas
se han
abierto, a ver de damas
fuentes
que aumentan sus lodos;
porque
afrentándose el agua
de vivir
en arrabales,
4.3.7.
Juan
Ruiz de Alarcón: Mudarse por mejorarse.
De suerte,
cuando en San Felipe entraste,
en la gente te ocultaste,
que fue forzoso perderte.
Volvió a buscar el cochero;
mas poco remedio halló,
4.3.8.
Luis
Vélez de Guevara: El diablo cojuelo.
Y
aquellas gradas que están allí enfrente-prosiguió la tal Rufina María- tan llenas
de gente, ¿de qué templo son, o qué hacen allí tanta variedad de hombres
vestidos de diferentes colores?
Aquéllas
son las gradas de San Felipe- respondió el Cojuelo-, convento de San Agustín,
que es el mentidero de los soldados, de adonde salen las nuevas primero que los
sucesos[18].
4.4. El
espacio doméstico.
4.4.1.
Pedro Calderón de la Barca: La casa de
los linajes.
Sé que vive en la casa
Que desta calle a esotra calle
pasa,
Cuyo corral es todo
aposentillos,
Llenos de vecinillos,
Por cuyas varias gentes,
De oficios y de estados
diferentes,
Tratos, usos, naciones y
lenguajes,
4.5.
Vida cotidiana.
4.5.1.
Gabriel de Barrionuevo: Entremés famoso
del Triunfo de los coches.
[…]
pues sólo mire vuesa merced si lo es, pues jamás se ha hallado que coche haya
llevado de su parte testigos, y él nos lleva adonde queremos ir y recrea a los
cinco sentidos. Él da que vean los ojos, que huelan las narices, que guste la
boca y toquen las manos; y, finalmente, él nos lleva por la ciudad en andas; y
si vamos al Prado nos sirve de balcón, y si por camino, de galera despalmada,
sin velas ni remos, sino con proa y popa, cómitre y forzados[20].
4.5.2.
Pedro Lanini y Sagredo: Entremés del día
de San Blas en Madrid.
¡Qué de bulla hay en la fiesta,
4.5.3.
Gil López de Armesto y Castro: Entremés
famoso de las vendedoras en la Puerta del Rastro.
Manos y cuajares vendo,
y en esta puerta del Rastro,
aunque vendiendo los pelo,
a vender no me doy manos.
Lleven cuajares, lo que
al carnero no han hallado
costilla, porque no tienen
costilla para comprarlo […]
(Pónense
con su cesta a un lado del tablado. Sale la que vende morcillas, con otra
cesta, y canta)[22].
III.
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[1] Citado en VILLALBA PÉREZ, Enrique,
“Delincuencia, marginación y control del orden público en el Madrid del siglo
XVII”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J. (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y
Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Históricos, Fundación
Caja Madrid, 2000, p. 169.
[3] Citado
en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota
23, p. 142.
[4] MOLINA,
Tirso de, Don Gil de las calzas verdes,
versión y dirección de Eduardo Vasco, Madrid, Compañía Nacional de Teatro
Clásico, 2006, p. 29.
[6] Citado en CORNEJO,
Manuel, “La representación de Madrid en las comedias de Moreto”, en LOBATO,
María Luisa y MARTÍNEZ BERBEL, Juan Antonio (coords.), Moretiana: adversa y próspera fortuna
de Agustín Moreto, Madrid, 2008, pp. 268-269.
[7] RUIZ DE
ALARCÓN, Juan, Mudarse por mejorarse. La
verdad sospechosa, ed. Manuel Sito Alba, Barcelona, Plaza & Janés,
1986, p. 206.
[8] LIÑÁN Y
VERDUGO, Antonio, Guía y Avisos de
forasteros que vienen a la Corte, Madrid, Edison Simons, 1980 (ed. original
1646), p. 49.
[9]
MESONERO ROMANOS, Ramón de, Panorama
matritense. Cuadros de costumbres de la capital. Tomo II, Facsímil de la
edición de Madrid de 1835, Madrid, Ediciones Atlas, 1982, p. 67.
[10] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, pp. 130-131.
[14] RUIZ DE ALARCÓN, J., op. cit. p. 28, nota 29, p. 85.
[15] Citado en BARELLA, J., op. cit. p. 20, nota 23, p. 63.
[16] MOLINA, Tirso de, op.
cit. p. 14, nota 20, p. 784.
[19] Citado en BERENGUER, Á.,
op. cit. p. 5, nota 2, p. 88.
[20] Íbidem, p.58.
[21] Íbidem, p. 195.
[22] Íbidem, pp. 205-206.
[1] SANTOS,
Francisco de los, Día y noche de Madrid, pról.
Julio Rodríguez Puértolas, Madrid, Consejería de Educación y Cultura, 1992 (ed.
original 1663), p. 106.
[2] MOLINA,
Tirso de, op. cit. p. 14, nota 20, p.
1059.
[3] VEGA,
Lope de, ¿De cuándo acá nos vino?,
edición de Mar Zubieta, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, 2009, p.
45.
[4] LORENZO
VELASCO, Pilar de, El Paseo del Prado de
Madrid en la Literatura, tesis doctoral, Madrid, UCM, 1990.
[5] ANTONUCCI, Fausta, “El
espacio doméstico y su representación en algunas comedias calderonianas de capa
y espada”, en CAZAL, F., GONZÁLEZ, C. y VITSE, M., El espacio y sus representaciones en el teatro español del Siglo de
Oro. Actas del VII Coloquio del GESTE (Toulouse, 1-3 de Abril de 1995),
Universidad de Navarra, Iberoamericana, 2002, p. 57
[6] Citado
en BARELLA, Julia (ed.), Madrid en la
Novela I, Colección Madrid en la
Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación
y Cultura, 1992, p. 213.
[7] SIMÓN DÍAZ, José, “Las
ferias de Madrid en la Literatura”, Anales
del Instituto de Estudios Madrileños, II, Madrid, 1967, p. 249.
[8] HERRERO
GARCÍA, Miguel, Oficios populares en la
sociedad de Lope de Vega, Madrid, Editorial Castalia, 1977, pp. 136-137.
[1] “Nunca, en ningún momento, llegó a decretar
que Madrid iba a llegar a ser la “capital” mediante un traslado oficial del
gobierno. Simplemente así sucedió, y ello fue en junio de 61, cuando el monarca
decidió llevar la corte de Toledo a Madrid. El día 6 de ese mismo mes se reunió
el consejo real, el 11 se hizo cargo de su puesto un magistrado de la Corona,
el Corregidor, y el día 12 ya había sentado plaza el propio rey. Después el
consejo municipal decretó que la corte se hallaba en Madrid a partir del día
16, y en ella permanecería durante cuarenta años hasta que, a la muerte de
Felipe II, su hijo la trasladara a Valladolid”. ALVAR, Alfredo, El
nacimiento de una capital europea. Madrid entre 1561 y 1606, Madrid,
Ayuntamiento de Madrid, Turner, 1986, p. 39.
[2] Citado en BERENGUER,
Ángel (ed.), Madrid en el Teatro I.
Siglos de Oro, Colección Madrid en la
Literatura, Madrid, Sección de Publicaciones de la Consejería de Educación
y Cultura, 1994, pp. XV-XVI.
[3] “La
actuación en la vida como personaje teatral […] comportamiento de sentido
escénico: un actuar como personaje del teatro del mundo, sintiéndose
contemplado como si estuviese en escena”. OROZCO DÍAZ, Emilio, El teatro y la teatralidad del Barroco,
Barcelona, Editorial Planeta, 1969, p.109.
[4]
“Característica esencial de la sociedad estamental fue la de reconocerse a sí
misma, en sus jerarquías y en sus grados, viéndose en una casi infinita serie
de fiestas y ceremonias que periódicamente y a lo largo del año se
re-presentaban. La liturgia del orden
plural que daba cuerpo a una comunidad. […] Una de las formas canónicas de
reflejar en la práctica esta estructura de desigualdad social no fue otra que
reservar y jerarquizar convenientemente espacios particulares para cada uno de
los estamentos, de esta forma, tanto exaltar como preservar la diferencia era,
así, vista, defendida y difundida. Bien podría decirse, entonces, que la sociedad
estamental conllevó una peculiar economía del espacio y, con él, de la visión
de los distintos cuerpos sociales, siendo posible, por supuesto, que se
pretendiese romper este cerrado y predeterminado orden de espacios vistos”. BOUZA
ÁLVAREZ, Fernando Jesús, Palabra e imagen
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nobleza del Siglo de Oro, Madrid, Abada, 2003, p. 71.
[5] CÁMARA, Alicia, “El
teatro de la ciudad”, en Arquitectura y
sociedad en el Siglo de Oro, Madrid, Ediciones El Arquero, 1990, p. 215.
[6] DÍAZ,
Simón, Relaciones breves de actos
públicos celebrados en Madrid de 1541 a 1650, Madrid, Instituto de Estudios
Madrileños, 1983, p. 14.
[7] MOYA
BLANCO, Luis, Madrid, escenario de España,
Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1952, pp. 8-12.
[8]
BONET CORREA, Antonio, “De la Villa y Corte a la metrópoli moderna: la imagen
pictórica de Madrid”, en BLASCO ESQUIVIAS, Beatriz y MORÁN TURINA, Miguel, Palabras pintadas. 70 miradas sobre Madrid,
Sala de las Alhajas, Fundación Caja Madrid, 23 de marzo-20 de junio de 2004, p.
63.
[9]
CORNEJO, Manuel, “Reflexiones sobre la representación de Madrid en El sembrar en nueva tierra de Lope de
Vega”, Criticón, nº 97-98, 2006, p. 24.
[10] Íbidem, p. 22.
[11] SIMÓN PALMER, María del
Carmen, “La Ermita del cerrillo de San Blas”, Madrid, Anales del Instituto de Estudios Madrileños tomo IX, CSIC, 1973, p.
117.
[12] BONET CORREA, A., op. cit. p. 7, nota 8, p. 67.
[13] Citado en BLASCO
ESQUIVIAS, Beatriz y MORÁN TURINA, Miguel, Palabras
pintadas. 70 miradas sobre Madrid, Sala de las Alhajas, Fundación Caja
Madrid, 23 de marzo-20 de junio de 2004, p. 87.
[14] Íbidem, p. 98.
[15] Íbidem, p. 138.
[16] CORNEJO, M., op. cit. p. 8, nota 9, pp. 8-16.
[17] Citado
en GARCÍA GARCÍA, Bernardo J., “La Nueva Babilonia de España”, en MORÁN TURINA, Miguel y GARCÍA, Bernardo J.
(eds.), El Madrid de Velázquez y
Calderón. Villa y Corte en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios
Históricos, Fundación Caja Madrid, 2000, p. 20.
[19]
GÁLLEGO, Julián, “El Madrid de los Austrias: un urbanismo de Teatro”, Revista de Occidente nº 73, Madrid,
abril de 1969, p. 36.
[20] MOLINA, Tirso de, Doce comedias nuevas. Obras completas, tomo
III, Madrid, Biblioteca Castro, Turner, 1997, p. 184.